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Fernando Martín: unas condiciones innatas perfectas, por Lolo Sáiz

Fernando Martín: unas condiciones innatas perfectas, por Lolo Sáiz

Lolo Sáiz fue entrenador de Fernando Martín y le conoce como prácticamente nadie. Por eso habla de una de sus mayores virtudes.

Apreciaba mucho, mucho a Fernando Martín. Tenía muy buenos amigos… y muchos enemigos. Nunca lo entendí. Porque siendo cierto que tenía un carácter fuerte, los que le conocíamos bien sabíamos que era una persona noble, altruista, que lo daba todo por intentar agradar, por ser querido. Pensando en él, me vienen a la memoria muchas anécdotas. Por ejemplo, su comentario siempre que venía a casa a comer. “No vengo a verte, vengo a disfrutar de esos mejillones tan ricos que hace Marita”.

Era un tío entrañable, sin duda. La historia de su fichaje por el Madrid fue, digamos, rocambolesca. Como suelen ser los traspasos de los jugadores importantes. Fernando ya tenía un precontrato con el Joventut. Negociamos con el Estudiantes, con su entrañable padre Ricardo tomando parte activa de las negociaciones. Los clásicos tiras y aflojas desembocaron en el pertinente pago de traspaso. El presidente don Luis de Carlos me dio la conformidad en el acto de inauguración del bingo del Real Madrid. Le dije ‘presidente, este fichaje es importante’. Ni lo dudó. Su estreno como madridista fue en el Mundial de Clubes que se celebró en Sao Paulo. En el segundo o tercer partido, ¡anotó 50 puntos! No, no habíamos fichado mal.

Tenía unas condiciones innatas perfectas para ayudar al equipo. Para empezar, era un ganador nato, un luchador, un competidor. Pero, además, nos aportó una fuerza y potencia bajo los aros que no teníamos. Más tarde, con la incorporación de Fernando Romay, aún siendo muy diferentes, logramos una pareja muy bien compaginada. Cuando empezó a pensar en marcharse a la NBA, mi posición inicial era reacia a que lo hiciese. Pero él lo tenía muy claro. Y terminé convirtiéndome en su defensor ante las altas esferas del club. No se puede ir en contra de los deseos de un jugador; para mí ese ha sido un principio básico como entrenador. Al equipo nos hizo mucha pupa, pero ante todo estaba la persona.

En la NBA jugó poco, sí. Pero en mi opinión, el entrenador en los Blazers, Mike Schuler, no llegó a entenderle. Antes, en la NBA, eran muy cuadriculados: si medías 2.05, a jugar de alero alto. Y no, Fernando tenía que estar cerca del aro para explotar sus cualidades. Creo que el entrenador no supo ver lo que tenía y pecó de no informarse. La adaptación fue demasiado difícil. El fichaje de Norris por el Madrid estuvo hecho, pero se esfumó por cosas de despacho. Recuerdo que fuimos a comer una paella y Audie se bebió tres botellas de agua con gas. ¡Pensé que iba a estallar! Imagínate a los dos en el mismo equipo. Seguramente, aquellas tres Ligas seguidas del Barça hubieran sido nuestras.

Aparte de su talento deportivo, Fernando Martín marcó una época por su carisma y acusada personalidad. A pesar de sus altibajos emocionales, siempre quería estar comprometido con los que le rodeaban. La fatal noticia me llegó comiendo en casa, cuando me llamó un amigo. ‘Oye, que he oído que ha habido un accidente grave en la M-30 y dicen que es un jugador de baloncesto’. A los tres minutos, una llamada del club confirmaba lo peor. Fue un golpe durísimo, la peor sensación de mi vida relacionada con el mundo del basket.

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