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Los intangibles de Juanqui

Los intangibles de Juanqui

Conozco a Juan Carlos Navarro desde la temporada 2008-09, cuando comencé a trabajar con el primer equipo del FC Barcelona. Recuerdo cómo me impresionaba entrar en ese vestuario los primeros días. Las figuras de aquel equipo, con Navarro a la cabeza, me acogieron bien.

Él y el entonces capitán Roger Grimau, fueron mis cicerones en una primera temporada que marcaría un largo camino de éxitos para el club. Uno de mis defectos, alguien dice que virtud, es que observo mucho. Ello me ha permitido disfrutar más de los detalles de las personas que han vivido en ese vestuario. Sin miedo a equivocarme, puedo asegurar que Juan Carlos es la persona que más me ha ayudado a lo largo de estos años en el Palau, incluso cuando estuve dos temporadas lejos del primer equipo.

El primer gran recuerdo que tengo de Navarro define lo que ha sido: un jugador que nunca se escondía y que se dejaba la piel para estar junto a sus compañeros, asumir galones y no rendirse. Cuartos de final de la Euroliga 2008-09 y nos tocó enfrentarnos al Baskonia de Pete Mickeal, Mirza Teletovic, Tiago Splitter, Pablo Prigioni, Igor Rakocevic y compañía. Tras los dos primeros partidos en el Palau (1-1), Navarro llegó a Vitoria con una lesión muscular severa.

“DEL TRIPLE A UNA PIERNA EN VITORIA AL ABRAZO CON RICKY EN LAS ENTRAÑAS DEL PALACIO DE MADRID, ANTESALA DE LA HISTÓRICA F4 DE PARÍS”

Estaba roto, no jugó el tercero. Recuerdo perfectamente cómo Toni Caparrós, el preparador físico, estuvo trabajando con él a destajo. Sin entrenar, sólo terapia y ejercicios de recuperación durante cuatro o cinco días –no había más tiempo–, Juan Carlos terminó jugando el cuarto partido en el que salvamos un match ball igualando la serie a dos y recuperando el factor Palau. En ese partido jugado en el Buesa Arena comenzó a patentar su ya famoso tiro a una pierna. Mi segundo recuerdo, que jamás olvidaré, fue la primera vez que le vi llorar. Juan Carlos es una persona cercana pero a la que le cuesta mostrar sus sentimientos. También fue tras unos cuartos de final de la Euroliga, pero en esta ocasión el rival era el Real Madrid.

El Barça llegaba tocado al tercer partido. El conjunto de Messina había empatado la serie ganando un partido en el Palau y el reto en Vistalegre se antojaba complicado. Juan Carlos, además, recibió varias críticas, ya que tuvo un 0/10 en triples en los dos primeros partidos disputados en casa. La Bomba, sin embargo, jugó dos partidos estelares en Madrid y volvió a recuperar el tacto con los triples. Al subir las pequeñas escaleras que daban acceso al vestuario visitante del pabellón madridista, Navarro se derrumbó y se fundió en un abrazo sentido con Ricky Rubio. Habían vuelto a hacer historia y eso sólo era la antesala de la histórica Final Four de París.

Le he visto crecer como jugador, madurar como persona… Le he acompañado a galas, le he visto recoger MVPs, le he ‘sufrido’ con sus constantes ‘quejas’ de tantas entrevistas –lo que no sabe es la cantidad de ellas que le he quitado–, le he visto disfrutar de sus amigos, le he visto querer a su familia y sólo tengo buenas palabras para él y los suyos. Como le dije una vez a una buena amiga, los intangibles son los que hacen de una persona alguien distinto y Juan Carlos siempre ha sido especial. Perdí a un cómplice en el vestuario, a un amigo con el que era muy fácil entenderme sin hablar, aunque sé que gano toda la experiencia vivida a su lado. Fue un placer. Gracias Juanqui.

Puedes encontrar esta entrevista en número 1.477 de Gigantes, correspondiente a octubre de 2018, cuya edición digital puedes conseguir en nuestra tienda on-line.

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