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Entrevista a Luis Scola en Gigantes: “En su prime, el deportista es como un superhéroe”

Entrevista a Luis Scola en Gigantes: “En su prime, el deportista es como un superhéroe”

Tras su brillante carrera profesional de 26 años, debutó con Ferro con 15 y se despidió en sus quintos Juegos Olímpicos con 41, Luis Scola colgó las botas para convertirse en leyenda del baloncesto. Así lo distingue la G que recibió en nuestra Gala. Antes, recordamos viejos tiempos con la estrella argentina.

La Generación Dorada albiceleste, sus siete temporadas en el Baskonia, una década en la NBA, longevidad ejemplar… Mucho recorrido y un rico verbo y atinada memoria para recordarlo. Sentarse con Luis Scola a charlar es recibir una masterclass de la historia de nuestro deporte en este siglo de uno de sus principales protagonistas.

Me gustaría comenzar con una frase de Manu Ginóbili. “La Selección es mejor sin mí que sin Scola”.

Bueno, de entrada diré que es exagerado, que no coincido con esa afirmación. Lo analizo desde un lado técnico, de las posiciones. Manu tenía reemplazo, por ejemplo Carlitos Delfino, que aún sigue estando en la Selección. Esa posición estaba más cubierta. Pero en cualquier caso, repito que no coincido: soy un ultra fan de Delfino, Chapu, Prigioni, de todos… pero Manu es otro nivel.

¿El oro olímpico de Atenas’04 o ser el abanderado argentino en Río’16?

Son dos cosas paralelas. Una representa el logro máximo deportivo que se puede conseguir y otra que traspasa lo deportivo. Como jugador de basket, puedes conseguir éxitos en tu deporte, pero los Juegos Olímpicos rompen esas barreras, esos techos… Unos Juegos son ese momento que en el que vos estás en un lugar mucho más grande que el basket. Pero a su vez, los Juegos también rompen otras barreras como fenómeno social, cultural, histórico… un evento que va allá de lo deportivo. Representar a todo el deporte de tu país en un evento de tal dimensión tiene una valoración distinta. Sin duda, son los dos highlights de mi carrera, pero me cuesta valorar uno por encima del otro. Lo que está claro es sin uno no hubiera estado el otro.

En el OAKA olímpico, emblemático mate tuyo ante Richard Jefferson para cerrar las semifinales ante Estados Unidos (89-81). Espectacular puntilla. En Argentina, pura poesía en movimiento.

Sí, una jugada que representa un montón de cosas. Pero más allá del impacto mediático de ganar a las estrellas NBA, lo realmente importante estuvo al día siguiente. Ganar aquella final a Italia fue lo que convirtió en icónica a esa Selección. De hecho, lo de vencer a Estados Unidos ya lo habíamos hecho, pero ganar una final olímpica, sólo esa vez.

¿La derrota en la final del Mundial de Indianapolis’02 ante Serbia “ayudó” a alcanzar la gloria ateniense dos años después? Recordemos: en la prórroga tras una postrera entrada a canasta de Sconochini que pudo sentenciar en los 40’. Justo antes, Divac falló dos tiros libres tras tu quinta falta tras un robo en media pista que también pudo daros la victoria. Duro trago.

Es imposible de saber con exactitud, pero pienso que sí. Es muy difícil ganar la primera vez que llegas a esas alturas. En Atenas se dio la circunstancia de que llegamos a la final dos equipos que no solían estar ahí. Saber jugar esos partidos es decisivo y pienso que la experiencia del Mundial tuvo su peso en los Juegos. No la derrota, sí haber pasado ya por ahí.

Predestinado con el baloncesto por herencia familiar. Con diez añitos, recogepelotas en el Luna Park en el Mundobasket’90…

Sí, hay una foto de la final que estoy agachado en una esquina… Una oportunidad linda. Durante el campeonato estuve con una cámara de fotos, de las antiguas con carrete. Y al abrirla para sacar el rollo, ¡lo velé! Sólo se salvaron tres o cuatro fotos: la del brasileño Oscar Schmidt, que era la que quería, el brasileño Pipoca, el americano Randall y poco más. Sí, era otro mundo. Lo mismo cuando hacías la foto: ¡igual tenía que esperar un par de semanas para ver como había quedado! (risas).

Y muy poco después, te enfundas la albiceleste por primera vez con 12. Competición de Minibasket en Puerto Rico en unas convivencias mundiales. El comienzo de una relación con el equipo nacional que duró ¡tres décadas!

Sí, fuimos a jugar a Caguas. Estaba España, Estados Unidos, Canadá, Puerto Rico… un torneo amistoso. La anécdota es que me lesioné una rodilla, me pusieron una escayola con la pierna estirada… ¡por lo que me pasaron adelante en el avión de vuelta y fue la primera vez que estuve en primera!

Damos un larguísimo salto en el tiempo. Tu comentada puesta a punto de 14 semanas antes del Mundial de China’19 machacándote en tu media pista de Castelli. Una demostración de determinación absoluta. Tu padre Mario la llamó la Preparación Rocky…

Cuando salí de la NBA, armé mi propio equipo de trabajo intentando reproducir el mismo nivel de entrenamiento. En realidad, no fue muy diferente a lo que hacen la mayoría de los profesionales todos los años. El trabajo en verano es algo totalmente asumido en la NBA, un concepto que en Europa aún no se usa, es algo a mejorar porque en este aspecto estamos muy atrasados. A nivel individual, es cuando los americanos construyen su carrera. El hecho de que estemos hablando de aquella preparación como algo especial, muestra esa carencia y retraso que tenemos acá. Si vos vas a un americano y le preguntas por su trabajo en verano, no lo entendería; lo extraordinario sería cuando no lo hiciese.

Cada vez es más habitual ver a deportista alargando sus carreras hasta los 40. Lo más llamativo de tu caso es que lo hiciste sin bajar el nivel. ¡Con mejores números con 40 que con 25 años! ¿Cuál fue tu fórmula?

No hay secretos. Todos sabemos perfectamente cómo, lo que hay que hacer para jugar mejor, para lesionarte menos, para tener más energía… Lo que pasa es que es difícil. En el caso particular de un deportista profesional, hay un momento en el que somos lo más parecido a un ser invencible, todopoderoso. El deportista, en su prime, casi es un superhéroe. Mentalmente, no hay nada que te parezca inalcanzable. Y su cuerpo responde a todo: un día duermes peor, pero juegas fenomenal; otro comes mal y sigues rindiendo. Y eso va alimentando ese ser interno que te hace creer. El problema es que muy velozmente, esa potencia se va. Es difícil identificar lo importante que es hacer todas esas cosas para cuidarte.

Cuando un deportista está en su prime, comer bien o mal no es tanta diferencia. Dormir bien o dormir mal no es tanta diferencia. Entonces es difícil de verlo. Pero muy rápidamente, chocas con esa pared que es el postprime, cuando uno empieza a caer, y adoptar los buenos hábitos en ese momento es mucho más difícil porque todo es un proceso que lleva tiempo. Ahí es donde mueren un montón de carreras. Todo está estudiado y sabido. El problema es que es difícil entender que lo tienes que hacer y es difícil hacerlo. Todos sabemos: si comes, entrenas y descansas bien, tendrás una carrera más larga.

Siendo adolescente, firmó contrato por diez años con el Baskonia. Tras sus dispares primeros fichajes de Marcelo Nicola y Walter Guiñazú, el cazatalentos gasteizarra Alfredo Salazar mantuvo su apuesta por el talento argentino: Scola y Nocioni. El bonaerense jugó nueve temporadas en nuestro país, las dos primeras cedido al Gijón Baloncesto, equipo que militaba en la LEB Oro. Después, ya en Vitoria, una Liga ACB, tres Copas del Rey, dos finales de Euroliga, tres Final Four consecutivas con tres entrenadores diferentes (Ivanovic, Perasovic y Maljkovic)… Huella indeleble.

¿Cómo fue tu llegada a España con 18 años? Te estrenas en la LEB formando una particularísima pareja de extranjeros con Linton Townes (39)… Ascenso certificado en Menorca en un partido que anotaste 24 puntos con 9 canastas sin fallo.

El comienzo fue difícil, incluso hubo rumores sobre mi despido. Pero finalmente la experiencia fue espectacular. Inolvidable Ed Johnson, el cariño de Moncho López que se peleó con todos para que siguiera, toda la gente del club… Tengo un recuerdo muy grande de Gijón, debo volver de visita: desde entonces, sólo he estado una vez cuando aún estaba en la ACB.

G: En tu primera campaña en el Tau, finalistas de la Euroliga contra el Kinder Bolonia de Ginóbili en playoff al mejor de cinco. Cuatro años más tarde, en la Final Four de Moscú’05, otra final continental contra el Maccabi. ¿Qué formato prefieres?

A mí me gustaba el playoff porque lo veo más justo. Pero la Final Four es la esencia de la Euroliga. Para cambiarlo, el argumento tiene que ser muy fuerte. Pero a nivel deportivo, me quedó con una serie.

El segundo curso, doblete nacional con invasión argentina: recala Nocioni tras su cesión en Manresa, llegan Oberto, Sconochini y Gaby Fernández. Y en los cursos venideros aterrizaron Wolkowisky y Palladino (2003) y Prigioni y Gabini (2004). Ese grupo de argentino, ¿clave para constituir el llamado Carácter Baskonia?

Seguro que aportamos, al igual que muchos más jugadores. Pero no hay duda de que el Carácter Baskonia va de más arriba, de Josean, de Sanchón, de Salazar… y después ellos fueron pasando la posta a otra gente que fue entrando y tomando decisiones. Hablar el mismo idioma del primero al último, una conducta, una forma de actuar, una forma de jugar, de trabajar, de elegir jugadores… muy particulares. Una visión y unos valores bien marcados que hacen que veinte años después sigamos hablando de ellos cuando muchos agoreros pensaron que eventualmente se iba a caer… No todo son títulos. Sí, los argentinos hicimos algo en ese sentido de crean identidad, quizás logramos entenderlo, quizás logramos transmitirlo, hicimos nuestra esa mentalidad. Pero el Carácter Baskonia viene de más arriba, de la gente que está arriba del todo. Sin ir más lejos, fue Alfredo el que fue a buscar en persona a todos esos argentinos que me mencionas. Desde famosos a algunos que no recordaremos, pasando por todos los niveles. Sí, esto va de más arriba. Yo, hoy, trabajando en una estructura deportiva como Varese, intento copiar lo bueno de Baskonia, intento ser un porcentaje de lo bueno que fueron ellos.

 ¿Cómo te ves en los despachos?

Bien, lo disfruto mucho. Era lo que quería hacer, siento que no me equivoqué. Es muy distinto, pero estoy muy involucrado en ese proceso de transición. Esas ganas de ir a entrenar en su momento o ir a trabajar ahora, es algo que he tenido durante tantos años que jugué y necesito mantener. No tenerlo hubiera sido un problema grande para mí. Muy contento de haber encontrado algo similar. Nada es como jugar, pero para mi forma de ser, esto es lo más parecido.

El tercer y último bloque de la entrevista pone el foco en su paso por la NBA: Rockets, Pacers, Raptors y Nets. Una década demostrando su fiera competitividad entre los mejores.

Salto a la NBA con 27 años. Con los Rockets apenas pudiste disfrutar de Yao Ming y Tracy McGrady un año, antes de que se lesionasen.

No cambiaría absolutamente nada de mi carrera. Podría haberme ido antes a la NBA, no haberme ido… pasó así, me fue bien, no puedo quejarme de nada. Nunca me gustó el juego de los ‘y si’. Se pueden hacer suposiciones para todos los costados: para bien, para mal, para arriba, para abajo… El juego de ‘qué hubiera pasado si’ es interminable y no tiene ninguna solución. Nunca terminas de llegar a ninguna conclusión. La realidad es que estoy muy contento y orgulloso de haber jugado diez años en la NBA. ¿Qué podían haber sido más? Si, hubiera estado genial haber estado quince… y veinte también. Mirando hacia atrás, no hay ninguna razón para lamentar.

Ya sin esas dos estrellas mencionadas, séptimo partido ante los Lakers de Kobe y Pau en 2009…

Tuvimos una oportunidad, les llevamos al límite. Pero en ese partido no tuvimos chances, fueron mejores. Ese año fueron campeones.

Con los Pacers (2014) y Raptors (2016) alcanzaste las Finales de Conferencia.

Sí, en ambas ocasiones con LeBron James enfrente… con los Heat primero y los Cavs después. Aquel 2016 logró el anillo remontando un 3-1 a los Warriors.

Vamos concluyendo con algunas curiosidades, ¿Luifa? ¿De dónde sale el apodo?

De un futbolista, Luis Fabiano Artime, del Belgrano de Córdoba. Delantero. Mis compañeros en las inferiores me cargaban porque tenía el hábito de contestar el tiro y continuar la carrera. Muchas veces me quedaba sólo en el otro lado. El chiste era que hacía como el 9 de futbol: salir el primero e inflarse a marcar. Este jugador estaba metiendo un millón de goles y me pusieron el Luifa. Mucha gente piensa que me llamo Luis Fabián, pero no, me llamo Luis Alberto.

Tu padre Mario te marcó el camino del baloncesto…

S: Mi papá jugaba al basket y yo desde pequeñito le acompañaba y quería ser como él. Tengo dos hermanas y mis padres siempre fueron muy justos, para todos igual y tal. Pero muy pronto me di cuenta que el basket era la cosa exclusiva que había conmigo. Una conexión entre mi papá y yo que mis hermanas no entendían. Enseguida lo identifiqué. Recuerdo ver partidos NBA en video, que en Argentina llegaban de dos tipos: el europeo y el americano. ¡Y según fuera la cinta, íbamos a una casa u otra! ¡En casas ajenas, nos sentábamos en el living, dábamos las buenas tardes y veíamos la tele! Sí, una cosa muy bizarra. Con el correr del tiempo, descubrí también cuando yo jugaba, ganaba partidos, veía un orgullo diferente en sus ojos que para mí tenía un enorme atractivo. ¡A pesar de que él se esforzaba tantísimo por dejarme claro que a él no le importaba si jugaba más o menos! Finalmente, esa es la gran razón por la que jugué al basket, gracias a él.

Dos años jugando en China antes del Mundial celebrado allí.

Dos años increíbles. Un lugar complicado para la familia, que fueron viniendo pero con dificultades. Profesionalmente, lo disfruté, me hubiera gustado alargar la experiencia mucho más, pero salieron mejores opciones aún.

Terminemos con una pincelada sobre tus cuatro hijos: Tiago (16 años), Tomás (14), Lucas (12) y Matías (11).

Bueno, tenemos de todo, distintas personalidades. Son muy fanáticos del basket. Lo que más me enorgullece es que son ciudadanos del mundo. Pueden hablar del mundo como mucha gente mayor no lo puede hacer. Y eso me gusta. Tiene cierto desafío también, cierta problemática, pero para mí la balanza a favor. Ese fue otro regalo que me dio el basket.

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