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Familia y club en la retirada de Marko Popovic: «Ha merecido la pena»

Familia y club en la retirada de Marko Popovic: «Ha merecido la pena»

Contenido publicado en la revista Gigantes del Basket de junio de 2019.

A los 36 ha dicho adiós el escolta croata Marko Popovic a la que es su gran pasión y su recompensada dedicación. Ha jugado en clubes importantes de Europa, dice haber sufrido desde Llull a Spanoulis tras haber idolatrado a Michael Jordan, las hojas de su palmarés se han quedado sin sitio con tanto premio y ya ha terminado el que es un trayecto aplaudido en el Viejo Continente: se marcha. ¿Por qué? Hay vida más allá del balón.

Popovic es un hombre en paz. Su carrera como jugador de baloncesto profesional ha llegado a su fin. A esta conversación, mantenida en la previa de su último encuentro, llega con la liberación de saber que toda semilla ha sido sembrada y la cosecha ha sido exitosa. Pero no ha sido fácil, para nada. «Llevo ya dos años así. Ahora mismo no tengo familia». La confesión es dura y hay que hablar del vértigo del final tras 20 años de dedicación pura y dura con este deporte: «Sí, lo tengo. No sé cómo prepararme para lo que viene. Hay muchas emociones, desorden en mi cabeza, no duermo bien últimamente, tengo ansiedad. Me viene los recuerdos de todo lo que he hecho».

Marko, a corazón abierto, admite que podría haber seguido más años si por el físico fuera: «Los motivos no son ése ni el cansancio del baloncesto, sólo es por temas familiares. Los niños van al colegio en Croacia y mi mujer está allí con ellos. No es fácil ser madre de dos niños y tener al padre aquí, aunque sea para hacer algo que me gusta. No puedo ser egoísta más tiempo, tengo prioridades. Quiero ver crecer a mis hijos, quiero ser un padre y un marido». Lo ejemplifica todo, siendo brutalmente sincero, con su hijo mayor: «Nació en 2010. Desde que nació hemos estado en Kazán, luego llegamos a Lituania, más tarde a Moscú y luego aquí en España dos de los cuatro años. Hemos visto que no tenía sus propios amigos y que a sus primos de Croacia les veía poco, sólo en verano, no podía socializar. Ha sido muy duro y hemos llegado a una decisión crucial».

El ya ex-jugador confiesa que «podría haber hecho buenos números con 37 ó 38 años porque físicamente estoy bien, pero no quiero engañar a la gente: si un entrenador hubiese querido ficharme, no podría tenerme en todos los entrenos y no es justo». A la hora de ponerse nota dice que está «dando valor a cada temporada, a cada fallo, a cada baja»: «Puedes irte a los títulos con el Zadar, el mejor momento de mi carrera, o a ganar la EuroCup siendo el mejor jugador con el Kazán, pero también los hay malos; con la selección no hemos hecho nada, por ejemplo. La vida también son los altibajos, no siempre ser el MVP y ganar los títulos». Saca el tema de Croacia, con un potencial muy por encima de los resultados en lo que concierne a su generación, y recuerda el 2005: «Podemos hablar del arbitraje», admite entre risas, ya que perdieron en la prórroga de los cuartos de final de aquel EuroBasket ante España con un recordado palmeo de Fran Vázquez. «Serbia y Eslovenia, que están al lado, lo han conseguido y nosotros no. Puede ser por egoísmo en el vestuario o por mala suerte, pero sí me hubiera gustado ganar algo con ellos. Es una pena». Después de Petrovic no fue lo mismo…

Todo batacazo ayuda a superarse y de eso también habla el ladrense. Su otra experiencia española además de la del Fuenla fue en el Valencia Basket y de allí salió escaldado: «Aquello fue muy malo, pero a partir de ahí todo fue bien. Endurecí mi mente, tenía más fuerza y ya estaba preparado para todo. Me ayudó». En Fuenlabrada sí que le ha ido todo sobre ruedas: «Cuando llegué, no sabía qué esperar. No sabía si jugaría un año o cuatro, como al final ha sido. Estaba hecho para mí, por modelo y por estilo. Si estuviera en un equipo de alto nivel, jugaría cinco o diez minutos, nunca como aquí (20-25). Espero que les haya ayudado a crecer, también me han ayudado ellos a mí». ¿Lugar idóneo para retirarse? «Sí. Un club pequeño, modesto y humilde que está haciendo un pequeño milagro con el presupuesto que tiene en la Liga Endesa». Gustó mucho el detalle de anunciar su retirada un día después de fijar la permanencia un año más, algo que dice mucho de su carácter y compromiso: «Si nos lo hubiéramos jugado en el último partido, me lo hubiera callado. No puedo hacer daño al club. La prioridad siempre es el club, los jugadores vienen y pasan. Me parecería injusto ir por delante del equipo, de los compañeros».

Lo que también cambia para él es lo que le dicen los fans cuando le ven por la calle: «Antes, si jugaría un año más. Ahora, si voy a seguir como entrenador en un futuro». Manifiesta que por ahora no lo piensa: «Nada me va a llenar como jugar. Ser agente y hablar con los jugadores es estar lejos del parqué, ser entrenador me va a separar de nuevo de mi familia. No sé si podría estar en una oficina. Voy a ver si se calma todo, aunque tampoco quiero estar más de medio año sin hacer nada: no puedo». Lo que sí que le va a cambiar es el tener tantas manías antes de los partidos que ahora ya no disputará. Nos revela una de ellas: comer lo mismo durante los dos días anteriores a un encuentro.

De alteraciones y metamorfosis está lleno el baloncesto, no será el primero ni el último conocido por sus extrañas rutinas. El rumbo del propio deporte también vira según se para en cada esquina. ¿Qué es lo que ha cambiado en veinte años? «Mucho. El tema físico, de arbitraje y reglas… En lo personal también la afición, que yo vengo de un sitio en el que son un poco diferentes que los de aquí. Está todo más culturizado, se está acercando cada vez más a la NBA pero conservando el espíritu europeo. En España la gente sabe poner presión a los árbitros y al equipo contrario, en Croacia ha sido peligroso y en Turquía, Serbia y Grecia sigue siendo así. No se puede comparar lo que era antes y lo que es ahora. En veinte años vamos a poder hablar de algo superperfecto comparando con el hoy».

Si le pedimos un epitafio de su etapa en Montakit Fuenlabrada, lo tiene claro: «Quiero ser recordado como alguien que haya ayudado al club a crecer. Estoy satisfecho porque no hemos bajado en los cuatro años y hemos jugado dos Copas. Cuando llegué me dijeron que la permanencia era el primer objetivo. Después de la etapa en el Valencia quería demostrar que podía jugar bien en España, era otro motivo más. Cuando llegué no empecé bien, luego puse a punto los motores y comencé a ser respetado. Mirando hacia atrás, la decisión de fichar por el Fuenlabrada fue muy acertada». Un profesional deja el sur de Madrid, la ACB y el baloncesto.

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