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Fernando Martín y Audie Norris: «¡Ey, tío, no me pegues tanto!»

Fernando Martín y Audie Norris: «¡Ey, tío, no me pegues tanto!»

Audie Norris recuerda sus duelos con Fernando martín, uno como estrella del Barcelona y otro como icono del Real Madrid.

Brutales. Así, en una palabra, eran nuestros duelos. Auténticos desafíos. Aficionados, árbitros, jugadores, a todo el mundo le encantaban los enfrentamientos entre Fernando y yo. Era la primera vez que se veían en España ese tipo de pugnas y los fans las esperaban impacientes. Era muy listo, duro, físico y contra él siempre tenías que estar bien preparado. Al acabar un partido contra él, me pasaba una hora, hora y media, con bolsas de hielo por todos lados. Era el último en salir del vestuario. ¡Y al día siguiente seguía con el cuerpo dolorido!

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Peleas honorables. Aunque suene contradictorio, así definiría nuestras batallas en la cancha. Nunca hicimos nada para hacernos daño. Pero luchar, sí, hasta el límite. Justo hasta el límite del fair play. Muchas veces, en el filo. Los dos queríamos ganar y esa rivalidad sacaba lo mejor de cada uno de nosotros. Como persona, no tenía nada que ver con esa imagen dura de la pista. Alguna vez coincidimos tomando una copa y era un gran chico. «Ey, tío, ¡no me pegues tanto!», bromeábamos. Fernando me comentó las dificultades que tuvo para adaptarse a la NBA y a la vida en Estados Unidos. Yo jugué en los Portland Trail Blazers tres temporadas (1982-85), poco antes de que Fernando fuese allí también. Entiendo bien sus dificultades; entonces, un extranjero en la NBA era extraño. Pero Martín demostró mucha valentía y coraje. Ahora es mucho más fácil entrar. Yo hice el camino inverso: de Estados Unidos a Europa.

En la NBA gané un buen dinero fácil sentado en el banquillo. Pero sentía que mis habilidades y cualidades como jugador bajaban, empeoraban. Mi contrato con los Blazers era un 3+1 (cuarto año no garantizado) y con el coach Ramsay podría haber seguido. Pero tuve el convencimiento de que sería mucho mejor jugador, que recuperaría mi mejor versión, si venía a Europa. ¡Y, con el tiempo, se ha convertido en mi vida! Estuve dos temporadas en la Benetton de Treviso (1985-87). Y entonces empieza la historia más curiosa de todo esto. ¡Pensar que pudimos ser compañeros en su Madrid! Fui a Madrid, me reuní con Lolo Sainz y Mariano Jaquotot. Me enseñaron el club, la sala de trofeos, comimos en un restaurante cerca del estadio de fútbol… todo perfecto.

Creo recordar, si la memoria no me falla, que nos acercamos al entrenamiento y fue la primera vez que vi a Fernando. Pensé: «¡Este es un club grande; yo quiero jugar en este equipo, en este nivel!». Mi fichaje por el Real Madrid estaba hecho. Sólo faltaba el visto bueno del presidente Ramón Mendoza. No pudieron localizarle en unos días… y Aíto olió algo. El resto es historia. Todos los partidos contra él eran especiales. Estos fueron los años en los que el Barça le quitó la hegemonía del basket español al Madrid. Mi primera Liga, aquel quinto partido de la final en el Palau, es inolvidable. Ese día, el Madrid se quedó al final con cuatro jugadores en pista. Fernando fue el rival que más me exigió. Con él enfrente, sabía que tenía que dar lo mejor de mí. Nunca tuve amigos en una cancha, pero con él tenía una complicidad especial. 

 

 

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