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Fernando Martín y una tarde de diciembre hace 30 años, por José Joaquín Brotons

Fernando Martín y una tarde de diciembre hace 30 años, por José Joaquín Brotons

José Joaquín Brotons, amigos personal de Fernando Martín, recuerda cómo se enteró de la muerte del astro español.

El paso del tiempo es inexorable y el recuerdo de Fernando imborrable. Hemos vivido 30 años y en cada uno de ellos siempre estuvo él presente. No he querido ni he necesitado olvidar aquella trágica tarde de diciembre dónde lo imposible, lo inesperado, se convirtió en una realidad dramática.

Fue todo muy confuso al principio, con una llamada a primera hora de la tarde a la redacción de Telemadrid, en la calle Espronceda, que provocó mi incredulidad y una absurda negación de los hechos que me estaban comunicando. Con el paso de los minutos la confirmación del accidente se convirtió en una noticia desgarradora. Mezclar información, amistad y muerte es un explosivo que detona todos los sentimientos y destruye cualquier autodefensa que un ser humano pueda generar para protegerse. No hay fortaleza que lo soporte, ni palabras que ayuden al consuelo. El dolor es intolerable y no le deseo a nadie tener que afrontar una situación como aquella, de forma profesional.

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Cuando entré en la cabina de edición y comprobé las imágenes grabadas que había traído el cámara, que luego paralizarían a miles de personas, enmudecí. Mi poder de reacción quedó anulado y mis pensamientos viajaron a un pasado reciente. A esos momentos que él y yo habíamos vivido sin compartir con nadie, en una soledad deseada. El cigarro encendido y Serrat sonando de fondo, los dos sentados sobre la moqueta del piso sin muebles que le había recomendado comprar para que se instalara Petra, su pareja alemana y el pequeño Jani, nacido en Hannover y con apenas dos años de vida. Se sentía libre y responsable, dos cuestiones que formaban parte de sus objetivos vitales más inmediatos.

Otros recuerdos afloraron en aquellos momentos de incredulidad que no es necesario compartir. Todo había sucedido en un instante. Me apetecía dejar aquella oscura sala de visionado y salir disparado hacia el hospital Ramón y Cajal para abrazar a sus padres y a los hermanos, en especial al pequeño Antonio al que adoraba y protegía. Recordé que a Fernando le gustaba remarcar una frase de una canción de Serrat que decía: «Y cada uno a lo que hay que hacer». Pensé que quizás aquello era un mensaje y aturdido ante los acontecimientos decidí que estaría más cerca de él escribiendo una carta de despedida. Entré en el pequeño plato de Campo de Juego, el programa que emitíamos los domingos, para ponerme delante de la cámara y dar la noticia de la muerte de mi amigo. Tenía la necesidad de despedirle «A mi manera» como la famosa canción de Frank Sinatra, la que nos provocaba un subidón al escucharla cuando subíamos a la sierra en su coche y la cantábamos como dos adolescentes que querían compartir una libertad utópica.

Ésta fue la despedida que me salió del corazón hace veinticinco años: «Te has ido Fernando sin decir adiós, sin despedirte. La gente que tanto te ha criticado en vida llorara ahora que te has ido. Qué triste es esta vida que nos ha tocado vivir. Cuando estás te odian o te desprecian. Yo creo que te envidiaban. Ahora que te fuiste sin decir adiós te echaran de menos. Hoy tu amigo Lolo ha dicho en dos palabras lo mismo que tú dijiste durante 27 años y nadie te escuchó. Te perseguía la vida. Es cierto que huías de este mundo, permanentemente, no por miedo, más por vergüenza. Tuviste que luchar por sobrevivir con tus ideales, los de un Aries que peleaba por ser diferente. Habías nacido para ganar y aquí no dejan ganar a nadie, hay que perder, hay que humillarse, hay que bajarse los pantalones y decirles que sí aunque todos sepamos que el no es la respuesta. Cuántas veces dijiste no y dijeron que eras un rebelde sin causa. Ni los millones te taparon la boca, que pocos saben que comiste bocadillos en Portland para poder enviar el dinero a casa o pagar la estancia de tu hermano Antonio en Los Ángeles.

Pocos te hemos visto jugar con tu hijo Janisubido en tus hombros. Qué pocos hemos podido gozar de tu soledad en la montaña o pasear unidos por la lluvia y los truenos junto a la orilla de un pantano. Leías a Márquez y a Gala para saber que el mejor no es el que está arriba sino el que lo intenta. Tú lo hacías cada día, solo sin el empuje de los demás. Te has ido y nos hemos enterado de sopetón. Desde luego no era la forma Fernando, ni el momento, pero Carmela y Ricardo, tus padres lo entenderán. Ellos sabían que no avisarías, no era necesario Fernando. Ha llegado el momento de decirte hasta pronto. Ahora incluso pretenden llevarte a la Ciudad Deportiva para velarte. Qué cosas tenemos que ver los que nos quedamos aquí. Tú no eras del Real Madrid y ellos tampoco Fernando Martín, tú eras de los que escogías y alguno de ellos hoy van a llorar por ti. Perdónalos porque ya no te necesitan para criticarte. Hermano ya eres libre, te ha costado pero eres libre. Te dije un día que gritaras fuerte y alto ese yo que defendías a muerte. La muerte es lo único real de la vida. Ahora ya no te puede perseguir. Te velarán en el Real Madrid cuando un día te llamaron traidor. Suerte, Fernando».

Nada ha cambiado, él sigue allí y yo aquí aunque los dos sabemos que seguimos juntos. 

 

 

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