Jota Cuspinera (Getxo, 1970) es uno de esos entrenadores para el que la comunicación es clave. De los que hablan mucho en la pista, en los numerosos clínics y formaciones que imparte, en los entrenamientos y, por supuesto, con la prensa. Aún se recuerda la viral comparecencia postpartido preguntándose qué tenía contra él el árbitro José Antonio Martín Bertrán, tras su expulsión y la de Gary Neal en 2017. Pedía, precisamente, que se abrieran vías de comunicación directa entre entrenadores y colegiados, más allá de la existente entre clubes y comité de arbitraje. “Se hizo una bola de nieve muy grande que sé que le empezó a afectar personalmente”, reconoce Jota, que explica que “me reafirmo en mis reivindicaciones de ese día, pero si eso hizo daño a una persona, necesitaba arreglarlo”. Lo hizo disculpándose, pública y personalmente, con Martín Bertrán.
Comunicación. Una de las piedras angulares del modo de trabajo del que ha sido entrenador jefe de San Pablo Burgos, Estudiantes, Zaragoza y Fuenlabrada en dos etapas, y ayudante en Fuenla, Estu, Baskonia, Real Madrid y la Selección española. “No es una garantía de que no vaya a haber problemas, pero son menos y menos graves cuando la vía de comunicación está abierta. Los jugadores valoran que les hables con honestidad. Esto no significa que estén a gusto si, por ejemplo, les dices que no cuentas con él, y tampoco es agradable para el técnico decírselo. Pero debes explicar el por qué. Si no, se vuelven locos sin saber qué hacer para volver a jugar.”
Psicólogo dentro y fuera
Una pieza básica de la comunicación dentro del equipo, para Jota, es el apoyo de la figura del psicólogo deportivo. En primera instancia, hace ya casi diez años, lo utilizó como una suerte de espionaje deportivo, desde fuera. “Carlos Bernabé comenzó a trabajar conmigo en Fuenlabrada sin ser parte del cuerpo técnico, observando la interacción y la comunicación no verbal de los jugadores entre sí, con los técnicos y con el resto del club”.
Una información que servía a Jota para anticiparse a posibles problemas que luego tuvieran reflejo en la cancha. “Cosas que nos pasan desapercibidas, pero que pueden estar provocando, por ejemplo, que dos jugadores eviten pasarse la pelota entre ellos”. Pero también se fijaba en otros aspectos del juego, como la manera de comportarse del jugador tras recibir una falta y considerarla injusta. “Algunos actúan en caliente del modo que lo haría un niño, buscando apoyo a su protesta. Carlos nos aconsejaba que, en esos casos, todo el banquillo le ignorase, sin aprobar ni regañar. No se trata de si tiene razón o no, sino de que corrija la conducta para rendir en el campo. Ser entrenador es, entre otras cosas, reconducir conductas”, reflexiona Cuspinera.
Pero Carlos también observaba al propio Jota, quien, como hemos dicho, habla mucho durante los partidos. “Sí, soy muy expresivo en el banquillo, y eso no siempre es positivo. El psicólogo me indicó gestos de rechazo que, al ponerme de pie, son muy visibles para el jugador, que suele buscar con la mirada la aprobación del entrenador. ¿Su solución? Sentarme cuando tenga que gestionar momentos de tensión en el partido. Pero sin forzar, no dejar de ser yo mismo”.
El trabajo de Carlos Bernabé tomó otro cariz cuando, además de observar desde fuera, pasó a ser uno más en los cuerpos técnicos de Jota, en Zaragoza y en Movistar Estudiantes. Desde dentro comenzó a hablar con los jugadores y estuvo a su disposición para terapia individualizada y confidencial. “Como con cualquier psicólogo, si el jugador no le da autorización a Carlos para decirme de qué están hablando en sus sesiones, no lo hace”. De este modo, Bernabé pasó a tener una doble función en el cuerpo técnico.
Problemas y potencialidades
Estamos hablando mucho de detectar problemas, pero con todo esto Jota también busca ver “potencialidades en el grupo, para potenciarlas todavía más”. También para congeniar el interés por cumplir un objetivo colectivo con el individual de cada jugador, para así “lograr la mejor versión de cada individuo, al servicio del grupo”. Para ello, Jota tiene claro que deben “conocer el objetivo individual de cada jugador”. Es consciente de que no es una ciencia exacta, pero piensa que “si hablas con el jugador y conoces sus motivaciones, qué objetivos tiene, no solo para esa temporada sino para su carrera, y cómo cree que puede lograrlo, es más fácil”.
Y pone un ejemplo. “Si me dice que el objetivo de su carrera es jugar en Euroliga, le pregunto si cree que las posibilidades de conseguirlo son mayores si el equipo lucha por no descender o por meterse en playoff… porque sé cuál es la respuesta”. De este modo, Jota busca “aunar lo que él quiere con lo que queremos como equipo. Si siente que le estás ayudando a él, él va a intentar ayudarte a ti, va a dar más”. Piensa que eso es “mejor que imponer porque es su trabajo y ya, porque al final todo jugador cumple los mínimos profesionales, pero los máximos los ponen ellos”.
Sin embargo, observa que todavía siguen siendo la excepción los equipos que integran en su staff la figura del psicólogo deportivo, aunque sí acudan a ellos a título particular muchos jugadores y técnicos. “Es visible que un tío que no está bien físicamente no puede jugar, pero como lo que ocurre en la cabeza no se ve, a veces no se le da importancia. Pero afecta, una mente ofuscada no rinde. Y a menudo también se manifiesta físicamente, por ejemplo, la ansiedad hace que te canses antes”.
Por eso piensa que el papel del psicólogo deportivo es, en su área, similar al de un rol que nadie discute en deporte de elite, el de preparador físico: “lo mismo que un preparador físico te pone en forma y previene la aparición de lesiones, el psicólogo te ayuda a solucionar un problema cuando aparece, pero también te va a dotar de herramientas para que las probabilidades de que aparezcan sean menores”.
Foto: A. Nevado/FEB