Viajamos a Getxo para adentrarnos en una de las épocas más desconocidas de la trayectoria de Sergio Rodríguez: sus tres años en el País Vasco
Entre la residencia de Fadura y el instituto Getxo I hay apenas 800 metros, ni diez minutos andando por la Avenida de los Chopos. Un recorrido que Sergio Rodríguez hizo en infinidad de ocasiones durante los tres años que pasó en Bizkaia. Hasta ahí llegó con solo 14 años, cuando entró a formar parte del Siglo XXI, un proyecto de detección y desarrollo de jóvenes talentos de todas partes del país, como becado. Dejaba Tenerife para vivir por primera vez lejos de la isla y se trasladó a Getxo, donde se empezó a forjar el Chachismo. Una etapa desconocida para muchos que duró tres años, hasta 2003, cuando puso rumbo al Estudiantes.
El patio del instituto Getxo I, donde Sergio Rodríguez estudió, ha cambiado mucho desde entonces. Ahora están terminando de construir un pequeño pabellón cubierto que hubiera hecho las delicias de ese Chacho adolescente, al lado de unas porterías encima de un cemento donde Fran Vázquez se dejaba las rodillas jugando al fútbol. También han remodelado esa residencia donde pasó tantas horas y ahora el parqué de esas canchas luce totalmente diferente, lejos del tono oscuro que alumbró duras sesiones de trabajo de Sergio Rodríguez. Un proceso de tres años que comenzó con el aterrizaje del Chacho en Bizkaia.
“Nosotros estábamos conectados con el programa de detección de talentos de la Federación. Viajábamos a campeonatos de España infantiles, alevines… En concreto al Chacho le vimos con la selección de Canarias en categoría infantil y enseguida llamó mucho la atención. Era un chico físicamente por formar, pero que técnicamente estaba muy por encima de la media. Nos pusimos en contacto con sus padres, que estaban sorprendidos, porque sabían que al chico le gustaba mucho jugar, pero no entendían que tuviese un nivel tan alto como para salir y optar a una de estas becas. A ellos les importó mucho el tema de los estudios, que tuviese posibilidades de seguir formándose, vinieron a una visita y nos dieron el sí”, recuerda ahora a Gigantes José Manuel Naveira, uno de los entrenadores del siglo XXI y actualmente director deportivo del Tizona.
Por esas mismas instalaciones pasaron más jugadores que formaron parte del programa, liderado por Txus Rojo y Carmelo Echevarría: los hermanos Txemi y Alex Urtasun, Fran Vázquez, Saúl Blanco… Un interesante proyecto que becaba talentos y trabajaba al detalle en su formación. Los jóvenes becados vivían en la residencia del centro de alto rendimiento de Fadura junto a otros deportistas. Estudiaban en diferentes institutos de la localidad bizkaina y por la tarde tenían sesiones grupales y trabajo de tecnificación con sus entrenadores. Así prácticamente de lunes a domingo. De la parte física se ocupaba Julio Calleja, uno de los grandes profesionales de la preparación en nuestro país, que recuerda la llegada del Chacho: “Era diferente. Y todo el mundo cuando ve a alguien diferente lo identifica. Y eso pasaba con Sergio. Todos los entrenadores, María la psicóloga, Carlos Sergio… todo el grupo de trabajo se dio cuenta de que era una persona empática, muy inteligente, y que con el balón en la pista hacía cosas impropias de su edad. Era extrovertido y conectó muy bien con todos”.
El joven Chacho se adaptó a la vida en Euskadi, aunque los inicios siempre cuestan. Hizo buenas migas en su instituto con los compañeros de clase. Hacía vida en el barrio de Algorta como cualquier joven de la localidad. Disfrutaba de los bocatas del Jateko, que ahora es un kebab, con su recién estrenada cuadrilla. Ellos todavía recuerdan sus primeros días en Bizkaia. “Llegó septiembre, empezó el curso de 4º de la ESO, y de repente teníamos unas torres en clase que no entraban por la puerta. Y uno de ellos con su acento. Claro, fue raro”, recuerda entre risas su amigo Unai Bilbao. “Y claro, el tiempo. Los dos primeros meses no paró de llover, hacía fresco, y Sergio venía a clase abrigado y con guantes. Y claro, él alucinaba. Decía: ¿pero aquí no va a parar de llover o qué”. En esos años se forjaron unas buenas relaciones que perduran en el tiempo, ya que todavía mantienen el contacto y se siguen viendo cuando el Chacho juega en Bilbao o Vitoria.
La armonía muscular
Así, entre sesiones de trabajo en equipo y tecnificación individual, se fue moldeando el talento del Chacho, un tipo muy entrenable, según Naveira: “Tenía mucha capacidad. Es de los pocos jugadores que me he encontrado a los que le enseñas una cosa y al minuto siguiente lo está haciendo. Tiene una capacidad de aprendizaje bestial. Super coordinado. En Tenerife metió muchas horas de tecnificación (empezó jugando en el colegio La Salle San Ildefonso, donde trabajaba su padre), y eso unido al talento natural que le salía, era capaz de hacer y aprender cosas con mucha velocidad. Igual otro tardaba una semana en aprender un gesto y él, al momento de verlo, ya lo interiorizaba. Era espectacular”.
Cuando la gente que trabajó con Chacho en esa época habla del canario, sus definiciones son muy cercanas a las de los que lo han hecho mucho después. Pero su forma de moverse en la pista, fluyendo, llamaba la atención desde muy joven. “Es de esos jugadores como Zidane, Marco Van Basten, que se mueven con mucha precisión, pero a la vez son muy armónicos. Da gusto verles. Son movimientos similares a los felinos. Eso es la armonía muscular. Y Sergio siempre la ha tenido. Y eso es algo muy atractivo para el espectador”.
El pabellón encendido
Tres años de partidos en casi todas las canchas de Bilbao, Barakaldo y Bizkaia en general. Las ganas de trabajar del Chacho a veces excedían los horarios estipulados y las sesiones, lo que provocó situaciones curiosas. Como la de una noche en la que los entrenadores se encontraron una sorpresa en plena noche, cuando volvían después de una cena. “Sería un miércoles o un jueves, a la una y pico de la mañana. Y vimos las luces del pabellón dadas. Pensamos que alguien se las había dejado encendidas, así que nos acercamos para apagarlas y que no estuvieran ahí gastando. Y resulta que cuando llegamos nos encontramos a Sergio tirando a canasta. El tío lo había encendido y se había puesto a jugar”, cuenta Calleja.
El trabajo dio sus frutos. Un plan de preparación física específico para cuidar un cuerpo y un talento que ya apuntaba muy alto. ¿Cuánto? Era difícil saberlo. “En ese momento el trasvase de jugadores no tenía nada que ver. Ahora un jugador que destaca como él es un prospect NBA. En ese momento la NBA estaba muy lejana. Pero sí estábamos convencido de que ese talentazo iba a ser jugador ACB”, remata Naveira. En 2003, Sergio Rodríguez dejó Bizkaia, pero Getxo, Bilbao y todo lo vivido en el proyecto Siglo XXI nunca dejaron de estar en Sergio Rodríguez.
- Artículo publicado en la revista Especial Chachismo, que puedes conseguir aquí en papel y en digital