Hoy se cumplen 16 años del fallecimiento de Andrés Montes y desde Gigantes del Basket hemos querido recordarle recuperando este artículo, publicado en el número 918 de nuestra revista, en junio de 2003. Un reportaje firmado por Quique Peinado en el que se adentra en el día a día de las retransmisiones de la NBA en Canal+. 16 años después, no olvidamos a Andrés Montes.
Descanse en paz.
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«Es imposible estar ocho años trabajando juntos si no nos llevásemos bien». Pues sí, son como en la tele. Andrés Montes y Antoni Daimiel, la pareja más extraña y más exitosa que el periodismo de basket ha visto, accionan por la desierta redacción de deportes de Canal + como lo hacen en televisión. Daimiel, más serio y aplicado, lleva trabajando desde las cinco de la tarde y es la una y media de la madrugada: «Hemos estado preparando la programación de NBA + del verano», dice, a la espera de que llegue Montes. Nos enseña el espectacular edificio de Sogecable en Tres Cantos (Madrid) y ejerce de perfecto anfitrión hasta que nos sentamos a hablar, como casi siempre que se juntan varios periodistas, de las grandezas y miserias (más de las miserias, que para eso hay más) de la profesión. En esto llega Andrés, ya ataviado de pajarita y camisa que (hoy) le conjuntan perfectamente. Nos saluda y, como el pequeño terremoto andante que es, le escuchamos hablar (también de grandezas y miserias) con su grandilocuente estilo.
Así comienza, tres días a la semana, la vida en común de dos tíos que revolucionaron la manera de contarnos un partido de baloncesto. Dos especímenes del planeta basket francamente distintos, pero complementarios. La frase del comienzo del reportaje es de Montes, que sigue: «Comemos y cenamos de vez en cuando fuera de aquí. Llevamos vidas distintas y somos de generaciones y culturas diferentes, pero nos llevamos muy bien». Daimiel añade que «la clave es que tenemos mucha confianza. Durante la temporada hablamos a diario», antes de que le hagamos la pregunta que con nuestra experiencia hemos podido constatar: ¿es Montes igual que en la tele? «Tal cual. Es un tío especial, raro, que es lo que transmite en la tele. Por ejemplo, cuando inventa un mote. Como siempre está improvisando, en una retransmisión se le ocurre un apodo y lo suelta. Luego, me mira: si me río, mira a los cámaras; si ellos se ríen, lo repite. Así es, y ésa es la clave de su éxito», dice Daimiel.
«Si en todos estos años la casa no se ha planteado otra fórmula, es que tenemos éxito, eso es indiscutible», comenta Montes. Cierto es, son un éxito. En todo: cuando llega, lo primero que hace Montes es elegir personalmente la canción que ilustrará el vídeo del final del partido (esta noche toca una de Quincy Jones & Patty Austin). Es un loco coleccionista, con más de 4.000 cedés y 1.000 vinilos —«y los que he regalado, porque no me caben en casa», cuenta—; Daimiel se queda “webeando”, como dice él, aunque a estas horas ya no busca nada nuevo. Tiene en la mesa un montón de papeles que le acompañan a la retransmisión junto al “chuletón de buey”, el Register oficial de la NBA. Montes, en cambio, se lleva los e-mails de algunos de los espectadores que escriben: «Lo hago para que vean que los leemos y que nos interesan. Lo que no podemos es contestarlos, porque son muchos», dice.
«Lo que más satisfecho me deja es que nos escribe gente que no es aficionada de toda la vida, que se ha enganchado a esto con nosotros. Ése es mi objetivo: abrir el abanico, que el baloncesto deje de ser un deporte cerrado. Por ejemplo, yo voy mucho a A Coruña, una ciudad que vive presidida exclusivamente por el fútbol, y me para mucha gente: que si “qué bueno eres, McGrady”, que si lo otro… De eso se trata», sentencia.
¿Se han fijado en lo que ha cambiado Antoni en las retransmisiones? Al principio no le seguía ni una a Montes; ahora casi es Andrés quien le tiene que parar. «Es una esponja el tío. Me ayuda mucho porque si me pego tres desvaríos él sigue a su bola y reconduce la situación», dice Andrés con aire casi paternal. Daimiel cree que «al principio yo pensaba que, como actuaba, siendo más serio, era la mejor manera. Pero con el tiempo me he ido dando cuenta de que la televisión te exige algo distinto, de que el estilo de Montes es el mejor. Además, como él improvisa todo el rato, si le contestas puedes sacar de él cosas muy buenas», dice, al tiempo que declara su admiración por el mote de “Cortefiel” Sanders o aquello de “Solamente una vez” con Bruce Bowen.
Pero detrás del vallisoletano hay tanto de talento como de trabajo. Sí, también suelta sus “paridas”, pero detrás hay un trabajo minucioso: «Internet ahora es la mejor herramienta para trabajar. Yo me lo tomo como una rutina y estoy al día unas tres horas navegando. Todas las conversaciones que inicio, las noticias de las que hablo… todo eso lleva un trabajo detrás», dice un hombre que reniega abiertamente de la gente que está obsesionada con el baloncesto: «Ni para mí, que es mi profesión, es el 100% de mi vida, así que… Tiene que ser una afición. Yo de más joven pasé mi fiebre, pero hay más cosas en la vida», comenta.
Tiempo, como 20 minutos antes de que empiece el partido, de ir a maquillarse y al plató. Allí, Daimiel ajusta a “Esteban junior”, el ordenador que tiene en la mesa, y los dos hablan hasta muy poco antes de que les abran los micrófonos, incluso mientras suena la sintonía. En ese periodo, Antoni comenta que le da la sensación de que cada vez hay menos balones de la NBA: «¡Se los llevan!», dice riendo, mientras que Montes da buenas noticias a los cámaras y técnicos de sonido. «Esta va a ser la última noche. ¡The last night!», grita.
Y bueno, no lo fue. Porque nuestra visita fue en el quinto partido de la serie San Antonio-Dallas y los Mavericks la alargaron con una gran victoria. El caso es que eso parecía lo de menos cuando, durante la primera mitad, a Montes se le ocurre una de las suyas: «¡Qué buenas están las palomitas de los pabellones de la NBA! No sé qué les echarán», a lo que Daimiel responde: «Cuando yo era pequeño tenían muy buena fama las de Simago». «¿Pero existe Simago todavía?», sigue Montes. Esas cosas hacen únicas las retransmisiones de esta extraña pareja: visten el basket NBA de su forma de entender la tele y la vida. Que nos duren muchos años.
Un ‘bullet’ y un ‘knickerbocker’
Nunca se crean lo contrario: todos los periodistas tenemos un equipo favorito. Aunque ninguno de nuestros dos protagonistas lo oculta demasiado, ambos tienen en su corazoncito un hueco más grande para una franquicia NBA. Antoni Daimiel ha dejado claro muchas veces que es de la franquicia de Washington. Allá por mediados de los 80 se hizo fan de los Bullets al juntarse en un mismo equipo varios jugadores bastante peculiares: «En aquel conjunto estaban Moses y Jeff Malone, Manute Bol, Tyrone Bogues… Gente muy distinta, y me gustó. Y luego estaba, claro, Bernard King, que es uno de mis jugadores favoritos de siempre. Si a eso le añades que a mí me tiran los equipos más o menos perdedores…», dice, aunque confiesa que se borró del Atlético de Madrid porque «todo tiene un límite».
Daimiel cree que el futuro de los Wizards pasa por «ver quién llega a mandar y a entrenar. Estoy convencido de que si aciertan y dan un par de retoques a la actual plantilla, se meterán en los playoffs», acaba. Aunque en los torneos de medios que jugamos en Madrid los periodistas suele lucir unos pantalones de su equipo, su objetivo en las Finales es comprarse una camiseta del “clipper” Lamar Odom.
Por su parte, Montes es más clásico: su equipo son los New York Knickerbockers. Y es que si hay una ciudad que le vaya al periodista, ésa es Nueva York. «Este año han tenido una mala temporada, pero hay que achacarlo todo, yo creo, a McDyess. Me dicen que en Estados Unidos no se habla de eso, pero yo soy de otra cultura periodística y te digo que con él las cosas hubieran cambiado. Un tío como ése en la Conferencia Este hace un estropicio que no se sabe adónde habría llevado a los Knicks esta campaña. Si el año que viene Antonio se recupera y juega a su nivel, mi equipo hará algo grande otra vez», sentencia.
Fotos: Emilio Cobos
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