La perfección hecha técnica de tiro tras bote, esos grados de los pies mirando a izquierdas, juego fluido de la cadera y del hombro, la evolución de lo frontal a un tronco en oblicuo que permite la salida de los interminables segmentos con holgura hacia canasta.
No terminamos de saber si Durant nos cae bien o nos cae mal. Terrenal debate para un humano superior en lo físico y en lo técnico. Obsequiado por la naturaleza y cultivado por su propio entrenamiento. No terminamos de saber si es joven o es viejo, la vuelta de una lesión tan grave le ha hecho subir en porcentajes de tiro de dos y de tres, más asistencias, más sabiduría, hambre por seguir yendo con USA y hacer historia. No sabemos si es lento o rápido, a menudo en su medio rango bien cubierto y con un paso lateral a izquierdas muy flexible que le lleva a encontrar el espacio para levantar esos brazos incontestables. Tampoco sabemos el porcentaje líquido del cuerpo de Durant, el resto de individuos que compartimos especie con él (o parecemos compartir) tenemos entre el 70% de agua como principal componente y el 60% en la edad adulta. Si nos dijeran que el agua forma el 88% de su físico (como su tiro libre) no nos llamaría la atención por la capilaridad de su bote más tiro y por la fuerza de cohesión de sus moléculas, se rehace en el gesto, no se descompone nunca.
Entre 2019 y el fracaso absoluto de la Copa del Mundo y 2021 la diferencia es Kevin Durant y la manifiesta determinación de no perder pese a estar jugando mal, pese a recibir parciales en primeras partes. Durant y la defensa de Jrue Holiday con la unanimidad añadida sobre el jugador de Bucks y su aportación a equipos ganadores.
Las mejores demostraciones de Durant han venido a partir de la mitad del segundo cuarto, en cuartos de final, en semifinales y una gran primera parte en la final. Tanta sensación de idoneidad física y plástica que nos aloja en una suficiencia que hace sentir hasta desasosiego porque no queremos creer que sea imposible defenderle. Doncic pudo ser defendido, Durant, no.
Consideró Colangelo que en 2004 el fuego de los Dioses fue robado por un Prometeo argentino a lo que había que reaccionar desde USA Basketball porque el resto de deportes podían repartirse las medallas o aludir causas globalizadoras pero en baloncesto no. El oro del baloncesto por genética no podían permitir que estuviera en manos de la humanidad. LeBron y Kobe se encargaron de recuperar la sustracción y de explicarle a Durant su lugar en el legado.
Y esta misión se la ha tomado como uno de los principales objetivos de su carrera profesional. Ser líder anotador y en estas dos últimas ediciones, líder incontestable del equipo campeón olímpico. Con sistema “Pops” de pase extra y balón que pasa por las esquinas, sin sistemas o desde el aclarado. No podía dejar pasar la oportunidad de seguir siendo considerado uno de los mejores anotadores de la historia del deporte de la canasta.
Lo que sí sabemos ya sin duda es que su jerarquía pertenece a lo más alto del pódium: Anillos, MVP, Mejor anotador de la NBA varias temporadas, Campeón del Mundo y Oro Olímpico por tercera vez consecutiva.
Foto: FIBA
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