Hay muchos caminos para llegar al éxito y todos ellos requieren de las necesarias dosis de talento, trabajo y unión. La cuestión es la capacidad para conseguir compensar limitaciones potenciando virtudes, buscando explotar cada uno de los activos para conseguir la suma necesaria que permita triunfar. La seleccionadora Anna Caula y con ella un extraordinario equipo de trabajo formado por dos entrenadores como César Rupérez y Nacho Martínez, por un preparador físico excelente como Mario Muñoz, por un médico como Carlos Moreno, una fisio (capaz de ejercer de psicóloga improvisada) como Laura Antoja, con una delegada extraordinaria como Noemí Jordana y un Jefe de Equipo ‘ganador’ como Jesús Blanco consiguieron que cada una de las jugadoras que formaron la selección U20 Femenina pusiese sus cualidades personales, ya fueran físicas, técnicas y por supuesto humanas, al servicio del grupo. Tanta fuerza, tanto volumen de generosidad no podía desembocar en otro resultado que el éxito. Un éxito que llegó desde la contundencia inicial en primera y casi segunda fase. En el necesario sabor de la derrota puntual. En el sufrimiento de tener que ganar remontando la desventaja inicial ante Francia en cuartos de final, o tener que aguantar la remontada de Turquía en un angustioso y la vez maravilloso partido de semifinales.
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