El Real Madrid sufrió sobre el parquet de Miribilla una sensación parecida a la que debía sentir cualquiera de los boxeadores que se encontraban encerrados en el cuadrilátero y sin escapatoria posible delante de Mike Tyson. Apenas iniciado el partido se vieron arrollados por la intensidad, por la dureza, por la eficacia en cada gesto, en cada acción. Sobre la pista, durante el primer cuarto, hubo una diferencia de agresividad tan grande que el luminoso (34-14) no hizo más que reflejar lo que puede llegar a pasar cuando unos van con el cuchillo entre los dientes y otros salen sin la tensión, sin la atención, adecuada. La calidad, infinita calidad, y la ambición formaron una sociedad letal.
Cuando un pabellón se conjura para conseguir un objetivo. Cuando la grada aprieta como apretó Miribilla y los beneficiados de ese apoyo proyectan esa presión de manera positiva es muy difícil de contrarrestar por mucha teórica calidad que posea un equipo…
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