El uno de julio, con la apertura del mercado de agentes libres, saltaba la bomba. Damian Lillard por fin pedía el traspaso a los Portland Trail Blazers, tras algo más de una década siendo la estrella de la franquicia. La relación entre el jugador y el equipo llegaba al punto de quiebre, principalmente por la pasividad de los Blazers a la hora de reforzar el equipo y por iniciar un camino hacia la reconstrucción todavía con Dame en el equipo. La llegada de Scoot Henderson con el pick #3 fue la gota que colmó el vaso para Lillard que tras reunirse con la gerencia, finalmente decidió dar el paso al frente y pedir el traspaso. Hasta aquí, la historia; a partir de entonces, ha cogido tintes trágicos.
Porque Lillard representa a los Blazers. Es el mejor jugador de la franquicia en lo que va de siglo y uno de los tres mejores de la historia, ha sido la cara del equipo por una década y el lider en cada intento por luchar por el anillo, siempre en vano. Pero desde el momento que se hizo pública la petición de traspaso por parte de varios, la relación entre equipo y jugador ha ido derivando en un constante de filtraciones por parte de la prensa hasta llegar a una situación irreparable que puede terminar afectando a la imagen del jugador incluso en Oregón. Y mientras la franquicia hace todo lo posible por conseguir el mejor paquete por su estrella, una mezcla entre jugadores jóvenes y rondas del draft, Damian Lillard y su entorno están saboteando cualquier posible negociación.
Desde el primer día se ha sabido que el único destino real al que el jugador quiere ir es Miami Heat. El reciente finalista es la lista completa de equipos en los que Lillard pretende jugar la próxima campaña, donde se encontraría con dos amigos como Jimmy Butler y Bam Adebayo, y podría ensalzar la famosa heat culture. El problema es que Miami no tiene activos suficientemente atractivos para Portland, que podría encontrar en el mercado ofertas muy superiores a la que Pat Riley podría enviar desde el sur de Florida. Pero no hay equipos dispuestos a levantar el teléfono porque el agente de Lillard ha dejado claro que no vale la pena.
Según los últimos reportes, la agencia de representación del jugador ha hablado con las diferentes franquicias que podrían estar interesadas en conseguir al base para demandar que no realicen una oferta, y en caso de hacerlo, que se llevarían a un jugador “infeliz de estar ahí”, ya que su sueño es jugar para Miami. “Hago lo mejor para mi jugador, pero honestamente, quiere jugar en Miami. No solo eso, el periodista Mark Medina ha explicado que, en caso de que acabe en otro equipo podría incluso no presentarse al training camp, según una persona familiar con el entorno de Dame. Y añade que “Lillard es un jugador de Salón de la Fama y deberían respetar sus deseos”. Y esa es la gran disyuntiva que tienen en Portland ahora mismo.
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Porque mientras los propietarios aceptan cumplir la última voluntad del jugador y mandarlo a Miami, en un ejercicio de relaciones públicas, el trabajo recae sobre la gerencia que tiene que encontrar el mejor retorno. La opción más viable sigue siendo un traspaso a tres bandas donde los Heat consigan a Dame, otro equipo se lleve a Tyler Herro, que haría de pieza central del movimiento y Portland consiga jugadores jóvenes, rondas del draft y el máximo número de activos posibles. Ha sonado Brooklyn, que tiene muchísimos picks en los próximos años, ha salido el nombre de San Antonio, el único equipo con suficiente espacio salarial para absorber un salario como el de Kyle Lowry, y Joe Cronin, GM de los Blazers, quiere escuchar cualquier oferta. El objetivo ahora mismo para Portland son cuatro picks y dos jugadores de élite.
Porque la realidad es que Lillard ha dejado claras sus intenciones, pero Portland controla la situación. Si los Blazers deciden mandar al jugador a Miami en un último ejercicio por respetar el deseo de Dame, quedarán como los buenos en el conflicto, por encima de un Lillard que ha pasado en dos semanas de ser el jugador más leal de la historia a ser considerado prácticamente un desertor. Pero también pueden levantar el teléfono, prestar atención a todas las ofertas y mandarlo al destino que más le convenga al futuro de la franquicia. Ya sea un intercambio por Karl-Anthony Towns, Zach LaVine, por Ben Simmons y cinco rondas del draft. Ha sonado hasta la opción de Paul George, un nombre conocido a la hora de pedir traspasos. Pero a la larga, ir o no a Miami no le garantiza a Damian Lillard su objetivo: luchar por el anillo.
En los últimos años, nombres como James Harden, Kyrie Irving, Kevin Durant, James Harden, Paul George, Kawhi Leonard, Anthony Davis, Ben Simmons, Paul George y James Harden. Porque sí, Paul George lo ha hecho dos veces desde 2019, pero todavía le supera Harden con tres desde 2021. En muchos casos, el jugador fue enviado al equipo donde quería jugar, como es el caso de George y los Clippers, Kevin Durant y Phoenix o James Harden y Brooklyn, y en ninguno de los tres casos se ganó el anillo. Solo Anthony Davis, de todos los que fueron enviados a su destino favorito, consiguió el título con los Lakers en 2020 y tenía la ventaja de tener a LeBron al lado. Al contrario, a Kawhi lo mandaron lo más lejos posible de San Antonio y 10 meses más tarde era campeón.
Y lo peor es que Lillard tiene secuestrado el mercado de traspasos. El que se esperaba como un verano muy movido, con los movimientos de Bradley Beal por Chris Paul, Jordan Poole por Chris Paul, Marcus Smart y Kristaps Porzingis o incluso John Collins, ha apretado el botón de pausa. Porque todos los equipos están a la expectativa de qué pasará con Damian Lillard, dónde jugará el año que viene. Y mientras la liga se prepara para ver a Dame con la camiseta de los Heat, Portland sigue escuchando ofertas y buscando lo mejor para la franquicia. Porque Lillard, pese a estar todavía presente, ya es pasado en los Blazers.
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