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¿Fernando Martín? «Qué bonito detalle, un manojo de churros». Por Fernando Laura

¿Fernando Martín? «Qué bonito detalle, un manojo de churros». Por Fernando Laura

Fernando Laura, uno de los que asistió al debut de Fernando Martín en la NBA, recuerda varias anécdotas de su amigo.

Me encanta escribir sobre Fernando. Así recuerdo viejos tiempos que fueron, además, muy buenos. Me gusta escribir sobre Fernando Martín, una persona que valía la pena conocer y tener cerca. Es fácil hablar bien de él porque tenía convicciones, tenía códigos que respetaba y que llevaba hasta las últimas consecuencias. Era alto, era guapo, era fuerte. Pero por encima de todo, era honesto. Cuando uno conoce a un hombre así, lo mejor que puede hacer es tenerlo cerca.

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Veréis, voy a recordar y contar cosas que pasaron en aquellos tiempos con la sola intención de que la gente, sobre todo los mas jóvenes, que solo han oído hablar de él, se hagan una idea. Me pongo el traje de abuelo cebolleta y os cuento. Mi amigo tenía un par de pelotas, eso le hizo ser un tipo extraordinario, y no a todo el mundo le caía bien. Era muy directo, era de sí o no. Un día subía medio equipo, casualmente los mas altos, en un ascensor de un hotel fuera de Madrid. En aquellos tiempos, un periodista radiofónico dictaba sentencias a media noche sin cortarse un pelo con nada ni con nadie. El duelo entre Fernando y él era tremendo. El periodista no escatimaba nada cuando hablaba de Fernando, tiraba con todo. El periodista en cuestión tenía varias peculiaridades, una de ellas era/es su corta estatura. Íbamos charlando y riendo, como casi siempre. De pronto, para el ascensor, se abren las puertas y ¡zas!, el famoso periodista. El periodista ‘crecido’ mira a Fernando con ojos de ‘OK, Corral’. Martín le aguanta la mirada con ojos de tigre. El locutor decide bajar la mirada, pero, rabioso me la clava acto seguido a mí, que era el que menos tenía que ver con aquello. Sentí una sensación de ‘Dios, que mala suerte estar aquí, justo ahora’. Fernando no dudaba, se sentía en uso de la verdad, y cierto es que muchas veces la tenía. Porque además de grande y buen jugador, era honrado y creía que ese tipo de cosas eran importantes. Yo creo 25 años después, que eso era lo que le hacia distinto. Con el paso del tiempo, he conocido a muchos que estaban en primero de Fernando pero de ahí no pasaban. Y no les reprocho nada, es muy difícil ser un héroe. Pero Fernando lo creía y respetaba sus reglas, ‘Martín rules’.

A mí me hizo una cojonuda en Portland, que yo acabé entendiendo y hasta defendiendo. Al debut de Fernando en la NBA fuimos tres españoles: mi hermano Sixto Miguel Serrano, Manolo Lama y yo. Antes de salir hacia EE.UU. Los padres de Fer nos pidieron que le lleváramos «unas cositas». Carmela, la verdadera ideóloga del ‘Fernandismo’, una mujer andaluza sólida como un roble, nos dio jamón serrano, chorizo, que repartimos y escondimos por las maletas. A unos tipos que sacábamos caviar de Moscú con cierta facilidad, no les iban a pillar los ibéricos unos yanquis que aún no habían sufrido el 11-S. Ni lo olieron. Don Ricardo, el papá de Fernando, parecía un hombre tranquilo pero podías intuir fácilmente que debajo de esa piel había brío, carácter y, sobre todo, sabiduría. Nos dio para llevar un rulo de billetes sujetos por una goma. Porque queridos, Fernando se fue a la NBA perdiendo dinero. Lo que ganaba allí, no le llegaba, pero para los Martín, por suerte, eso no era un problema. Don Ricardo me decía: «No lo entiendo, si aquí es Dios, qué se le ha perdido en la NBA». ¿Perdérsele? Nada, pero sí que buscaba algo: a sí mismo, a él mismo, un reto de superación personal, de dar lo máximo de sí mismo. Pues a lo que iba, en Portland pasábamos mucho tiempo juntos, comíamos, cenábamos… Una tarde fuimos al súper a comprar la cena. Ver a Fernando empujando el carrito de la compra me ‘inspiró’. Vi una foto de portada: «F. Martín viviendo en plenitud su experiencia USA». Le digo ‘Fer, ponte ahí y te hago una fotaza’. ¡Sorpresa! Me mira serio, con ojos de tigre, y me dice: «No, Fer, no. Esto es parte de mi vida privada y esta foto no me la haces». Yo no daba crédito, le explico: «Fer, este viaje me lo pago yo, tengo que sacar la pasta del billete». «Lo entiendo», me dijo, «yo te doy el dinero del billete si quieres». Choque de trenes. Me indigné y casi estuve a punto de adelantar mi infarto 25 años. Tenia Fer Martín toda la razón, lo reconozco, pero en ese momento… Necesitaría varios números de Gigantes para contar el maravilloso viaje a la NBA, ¡si hasta ligamos! Alguno de los tres, que estábamos allí de enviados especiales, se echó ‘novia formal’.

En este punto, quiero contar que Fernando marcaba tendencia en el equipo de los Trail Blazers. Un día se le acercó Kiki Vandeweghe, rubio, ojos azules… Y le dijo, ‘Tío, mi hermana quiere conocerte, creo que le gustas’. Lógicamente, hicimos una investigación periodística de alto nivel para conocer a la hermana. La hermana de Kiki era nivel pivón 2.0 (recuerden que era hace 25 años). En cuanto nos quedamos solos le dije, «¡Menuda suerte, te veo ya emparejado aquí en USA! ¡Sorpresa! Respuesta de Fernando, ‘tío, quiero estar muy concentrado aquí, esto es la NBA’ y hasta donde yo sé por más que lo intentó la muchacha, Fernando siguió concentrado. Él tenia su hoja de ruta y no la cambiaría. Nanclares me hace señas para que vaya terminando. Vaya, me queda mucho ‘material’. El viaje a NY con la Selección y J.J. Brotons. Alguna anécdota con otro mítico, como Antonio Díaz Miguel, al que deberíamos recordar también más a menudo, y alguna de otro grande desaparecido, Mariano Jaquotot. La última, por ahora: un día me vi envuelto, sin comerlo ni beberlo y mucho menos fumarlo, en un oscuro asunto en las entretelas del Real Madrid. Algo lleno de maldad, celos y envidia. Me sentí desesperado. Después de entrenar, Fernando me vio por el pabellón y se interesó por el tema. Yo se lo conté. Escuchó y se cayó. A la mañana siguiente, estaba yo sentado en el salón de la casa que compartía con Chechu Biriukov. Yo había pasado casi toda la noche en vela, acojonado e indignado. De pronto, veo a través de la ventana la figura de Fernando. Suena el timbre de casa, abro la puerta y veo a Fernando sonriendo con un manojo de churros en uno de sus dedos. Me dijo: «Tranquilo, ya está arreglado, no te va a pasar nada». Así fue. Además, los churros estaban muy buenos. No sé que hizo, a quién llamó, a quien vio. Pero lo solucionó. Chicos, sí era un excelente jugador de baloncesto. Pero, por encima de todo, era un buen tío, un tío de firmes convicciones, de principios, honesto. Y eso sí que ha dejado una huella aún más profunda que la del excelente jugador que fue. Alguna vez me pregunto, ¿que haría ahora Fernando si hubiese sobrevivido al maldito accidente?. Sabéis que creo, que seria directivo de la sección de baloncesto del Madrid o presidente de la FEB o algo así. Hubiera seguido tomando partido por las cosas, siempre activo por los demás. Nunca olvidaré la llamada y la voz quebrada de mi querida amiga Inma de Santis comunicándome la muerte de mi amigo. Tampoco olvidaré nunca que 18 días después ella también falleció en un accidente de coche en Marruecos. ¡Maldita sea! Detesto el mes de diciembre. Hasta siempre, querido amigo.

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